En términos generales la gestión de patrimonios se refiere a la actividad de gestión por cuenta de terceros de inversiones financieras (materializadas en acciones, en bonos o en activos monetarios emitidos por entidades en diferentes mercados geográficos, así como en estructuras de derivados financieros sobre los mencionados activos subyacentes y sobre otros, como los tipos de cambios o las materias primas).
En ocasiones la actividad de gestión patrimonial no sólo incluye activos financieros sino también activos inmobiliarios, obras de arte y otro tipo de activos (propiedad intelectual, etc.)
La misión de los profesionales que realizan esta actividad consiste en alcanzar para la cartera de los clientes un determinado objetivo en términos del binomio rentabilidad-riesgo en un plazo determinado. Conviene mencionar que el objetivo de rentabilidad debe considerar también idealmente las variables fiscales. Tradicionalmente cuando se habla de gestión de patrimonios se considera que los clientes en esta actividad son personas físicas adineradas o bien family offices. De manera que cuando se trata de la gestión de inversiones por cuenta de fondos de inversión, ETFs, fondos de pensiones y otros tipos de inversión colectiva; o bien cuando se trata de la gestión de inversiones propiedad de los bancos y de compañías de seguros, es común referirse a la actividad como gestión de carteras.
Habitualmente se distingue entre gestores de patrimonio y asesores de patrimonio. Los primeros realizan una gestión discrecional. Es decir, construyen y rotan la carteras de activos de sus clientes adoptando directamente las decisiones de acuerdo con un perfil de riesgo previamente acordado con ellos. Así, los gestores ejecutan directamente las transacciones de compra venta por cuenta de sus clientes. Por el contrario, los asesores de patrimonio aconsejan a sus clientes cual es la composición óptima de cartera tener en cada momento y qué activos deben ser rotados (también de acuerdo con un perfil de riesgo previamente determinado), pero no ejecutan las transacciones de forma discrecional sino siguiendo instrucciones del propio cliente.
El perfil de riesgo debe considerar la aversión del riesgo del cliente, la cuantía y estabilidad de sus flujos de caja positivos (ingresos) y negativos (gastos), su edad y otras circunstancias personales. La remuneración porcentual en ambas actividades puede tener una estructura común, consistente en una remuneración fija más una comisión de éxito (que se cobra una vez se alcanza una rentabilidad mínima determinada). Obviamente, la remuneración porcentual suele ser mayor en el caso de la gestión que en el caso del asesoramiento